La propia existencia del universo es evidencia de que Dios existe. Pensemos en esto por un momento. Hay solo tres opciones para la existencia del universo. Una, que siempre haya existido. Dos, que se creó solo. Tres, que fue creado. La primera opción, que el universo es eterno, ha sido totalmente rechazada por la comunidad científica. El movimiento de las galaxias, el eco de radiación de tras- fondo y otras evidencias indican abrumadoramente que el universo empezó a existir en un momento dado, algo que los científicos llaman el Big Bang. La opción dos, que el universo se creó, es filosóficamente imposible. Desde luego, antes que el universo existiera, este no habría estado allí para realizar el acto de creación. Obviamente, un universo inexistente no podría haber hecho nada. No existía. Todos sabemos que la nada no puede hacer nada. La nada es nada. Ese algo (si al menos se pudiera llamar algo a la nada) no puede ver, oler, actuar, pensar o crear. De modo que se puede descartar la opción dos por razo- nes científicas y filosóficas. La opción tres, que algo o alguien fuera del universo haya creado el universo es la única opción razonable.
Imaginemos que tengo en la mano una pintura. Cuando usted ve una pintura, ¿qué prueba necesita para establecer el hecho de que el pintor existe? Nada aparte de la pintura misma. La pintura es prueba abso- luta de que hubo un pintor. Usted no necesita ver al pintor para creer que existe. La pintura es toda la evidencia que necesita. No estaría allí si el pintor no existiera y lo mismo ocurre con el universo. La exis- tencia del universo demuestra absolutamente que hay un creador.